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sábado, 29 de agosto de 2015

Ójala.

A veces desearía poder espiarte,
a escondidas,
y besar todas tus sombras, sin que te des
cuenta.
Espantar todos y cada uno de tus 
fantasmas, si acaso los tuvieras.
Observarte, 
observar como lees, u odias leer mejor dicho.
Observar como subrayas cada línea que roza 
algún punto dentro de ti,
y te excita.
Ojalá pudiera verte enamorado,
enamorado a solas,
en silencio,
y besarte.
Besarte en los labios.
Una, y otra, y otra vez.
Besos con pecado. 
Con mucho pecado.
Ojalá pudiera verte somnoliento,
arisco,
como recién despierto de un sueño,
un sueño mucho más acogedor que la 
puta realidad -de tener que salir de
entre las sabanas, e ir corriendo 
a la cocina, a prepáreme café, 
un día de invierno, o más bien cualquier
sábado de resaca-
Ojalá,
ojalá pudiera tocarte,
tocar todo tu cuerpo,
tocarte enterito, entero.
Saber que ... Conmigo, estas a salvo.
Porque a salvo es como debes estar,
tu cuerpo está vivo, 
tu, estas vivo.
Porque mientras otras personas celebran que les
diriges un par de palabras, yo voy más allá,
mucho mas allá.
Yo celebro cada instante, el milagro que eres.
celebro que existes,
que respiras,
que estas,
y que estas en definitiva en este mundo.
En mi pequeño mundo.
Y que probablemente no tenga miedo de que te vayas,
si no que estoy feliz, porque te quedas, y eres conmigo.
Y,
ojalá, 
ojalá nunca cambie esta forma, 
que tienes,
de estar en mi mundo.
De ser el equilibrio que me falla, 
la pizca de cordura que tanto me falta,
y el trocito de cielo que siempre anhelo,
cuando me fallan las alas.

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