Era sábado, aun lo recuerdo.
Cuatro horas juntos, y no se hizo nada eterno.
Hablaba, y hablaba, y yo callaba y asentía.
En su mirada estaba puesta una sonrisa.
Pasamos los cuatro siguientes findes juntos.
Salvándonos mutuamente de una monotonía ardiente.
Y es que, entonces allí,
Justo allí.
Redescubrimos que a veces,
conocer a alguien en medio metro cuadrado,
puede descubrirte un nuevo mundo.
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