Hubo un tiempo mejor.
Un tiempo en que nuestra bebida favorita era el Malibú con piña,
el 43 con chocolate,
o los chupitos de tequila.
Nuestra preocupación más grande
la de que colara el DNI que nos había prestado,
y pudiéramos entrar en el garito de moda,
o en la súper fiesta que hacían los "mayores".
Ansiábamos que pasaran los días para que cambiaran esas fechas,
y poder entregárselo al puerta con aire de superioridad y satisfacción,
diciéndole con la mirada un ya no puedes tirarme.
Al menos no por la edad.
Los mejores planes eran en los parques oscuros en pleno invierno,
vaya rasca hacia, y que bien nos lo pasábamos conociendo a "todo el barrio"
o a toda la zona...
Los cartones de sangría siempre en la mano,
y si había que celebrar algo ya si eso, comprábamos alcohol más caro.
Saboreábamos el humo de las cachimbas recién traídas de Túnez,
y los cigarros que comprábamos sueltos en el chino de al lado de casa.
Reíamos junto a compárelos de instituto,
vecinos de barrio, conocidos de otras fiestas , amigos de amigos...
Y así, todos los viernes y sábados.
Si llovía daba igual siempre que estuviera aquel puente que cruzaba la carretera bajo el que resguardarnos.
Probablemente nuca más has sentido tanto frío como en aquellas madrugadas polares.
Temperaturas bajo extremis con gente que ahora mismo ni reconoces.
Feliz con tus medias transparentes,
con tus Peep toes de moda,
caminando de un lado a otro congelada,
intentado encontrar un búho que te dejase cerca de casa, por no pagar un puto taxi.
Se, que seguramente recuerdes que ahora jamás incumples las normas,
pero en aquella época, las reglas estaban para romperlas...
Tampoco creo que nunca haya sido tan fácil planear una locura de viaje, como aquel que se suponía que iba a ser de fin de curso.
Un viaje retrasado por unos cuantos años, o bien por no tener tiempo o bien por no tener espacio.
Por toda Europa, hablando todos los días con tus amigas en España, recorriendo sitios que parecían de cuentos de hadas, redescubriéndose uno a sí mismo.
Jamás se que jamás te habrías preguntado tantas veces como es posible que existan lugares tan increíbles,
que la vida jamás te haya puesto tantas trabas en el viaje y las hayas superado con aquella que te peinaba todos los días desde hacía 8 años.
Aún se que seguro que recuerdas tus primeras noche por Madrid.
Aquellas en las que peleabas como rocky por entrar gratis.
Y que luego te pateabas Madrid descalza a las 6 de la mañana.
Viendo amanecer o bien con chocolate caliente entre las manos,
o bien con alguien entre los brazos.
Esas noches de sábado en las que movíamos el pelo de un lado a otro,
en cualquier antro de la ciudad, que cuanto más oscuro y pequeño, mejor.
Al que íbamos solo porque "Fulanito es relaciones y dice que nos pasa"
Era la excusa perfecta para ver al chico que te gustaba.
Luego llegó la universidad, y fue un cambio brutal.
Cambiamos los libros escolares por enormes manuales,
bolígrafos de colores por portátiles,
sillas de metal verde por aulas grandes de madera.
Cuando el mayor agobio es tener que estudiar en Navidad,
entre regalo y regalo,
tener que ir a la biblioteca a encerrarte 24 horas.
Llena de estudiantes, de papeles, de Prácticas.
Malcomer, maldormir, malhumorada ... Y así y así..
Y sin darte cuenta,
los años van pasando.
La vida va avanzando.
Van viniendo nuevos compañeros,
nuevos amigos,
nuevos conciertos,
nuevos vecinos,
nuevos novios ...
A veces se van los de toda la vida.
Cambiamos las litronas de cerveza por copas de vino blanco en el sitio de moda,
La música a todo trapo por listas de reproducción más selectas.
Algunos empezamos ya a trabajar.
Otros se marchan lejos en busca de nuevas oportunidades.
Otros se independizan, llenadose de casa.
Vienen las obligaciones,
las clases de las oposiciones, de las especialidades o del master.
Las prácticas.
La carrera a contrarreloj frente a currículum que son bastante insípidos frente a nuestro mayores.
Otros se fueron lejos.
Algunos están en la punta del mundo.
Otros se quieren ir marchando.
Y algunos siguen luchando por las últimas asignaturas de la carrera.
Cuadrar horarios es impósible.
Planear viajes casi impensable, cuando ni siquiera podéis poneros de acuerdo en ir a cenar un día a la semana.
Y entonces,
te das cuenta.
Te das cuenta de que,
las mejores cosas ahora son poder unirte con quien de verdad a ti te apetece ver.
Es reunir a la gente que más quieres, el día de tu cumpleaños,
una comida en casa,
o sobremesa interminable en el restaurante de siempre.
Cenas con copas, y más copas y más copas.
Y si nos oponemos tontos hasta luego salimos por ahí.
Tardes después de estudiar, dando paseos dulces.
Una llamada que termina en un "¿nos vemos ahora?"
Festivales de música que jamás cambiarías a "ludovico" al estudiar por eso,
pero es verano, y son mis amigos.
Mañanas de biblioteca que terminan en cine.
Tardes de latina que terminan en discotecas, o en parques -otra vez-
Te das cuenta que prefieres una conversación cenando a pasar la noche gritando en una discoteca con los babosos de turno y hablando a gritos a tus amigas.
Prefieres atardeceres en las playas con guitarra, cerveza, amigos y ganchitos a resacas horribles tirados en la cama toda la mañana.
Tardes de peli y manta, a pasar frío en columpios.
Y claro,
claro que te das cuenta,
de que las vacaciones ahora consisten en horarios de vuelos,
abrazos, y despedidas en aeropuertos.
Agendas apretadas, y casi ni conversaciones por WA.
Y justo,
justo ahí, te das cuenta que te has hecho mayor.
Que nos hemos hecho mayores.
Que te importan los que te aportan y que quieres a los que cuidas.
Que los que de verdad han estado y están,
y se cuentan con los dedos de las manos.
Y que puede que lleguen nuevos,
pero los de siempre,
siempre estarán y siempre serán.
Porque ellos son los de siempre.
Los que hacen que la felicidad sea real,
porque se comparte.
Y eso, aunque cambie la vida,
las circunstancias,
las metas,
las ambiciones ...
Eso,
no lo cambias,
por nadie y por nada.
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