No hace falta pintar un precioso paisaje de la Toscana,
escribir una canción,
un libro,
plantar un famoso árbol,
e incluso tener muchos hijos,
o esculpir algo capaz de amenazar a la verdad.
No.
Tan solo,
basta con ser,
con estar.
Basta con dejar huella.
Dejar tu firma en la incrédula humanidad.
Tú, enamorado de la verdad,
como todo buen artista.
Tomas los colores y te adueñas de su luz para...
dar algo asi, que si bien no pretendes,
es eclipsar.
Ofreciendo espejos en el que contemplar la hermosura,
y al fin, poder llegar a amarse,
uno, a si mismo.
Porque la verdad siempre ama a la verdad,
y no hay amor más puro.
Tal vez,
solo buscaba su reflejo,
quizá para atesorarlo,
porque ansiaba con todo su corazón tenerla.
Pero jamás la consiguió,
porque la verdad no pertenece a nadie.
Porque pretendiste buscarla,
en el dobladillo de sus pantalones,
en los extremos de su boca,
en el contraste gris de su mirada con el azabache de la pupila,
trepando espaldas morenas,
y con palidez bien parecida a la asiática.
la buscaste mientras besabas esos labios carmín,
tocando esas manos de porcelana.
incluso en su risa que hacía tanto,
no escuchaba.
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