Buenos días, agosto.
¿Cómo has dormido? Pensé que no llegarías jamás.
Y aquí estamos, otra vez los dos.
Sabes… cada vez que nos encontramos después de tanto sin vernos me invaden un sin fin de
recuerdos y me transporto en el tiempo,
allá cuando aún no tenías esas jóvenes arrugas,
allá cuando aprendías a nadar en las aguas del Mediterráneo,
allá cuando empezabas a amar,
y por un segundo se me olvida que estás aquí,
con esas patillas tan modernas y ya canosas,
mirándome y esperando ese abrazo de reencuentro.
¿Dónde quieres ir? A veces pienso que te aburres de este sol,
de esas tormentas tan predecibles de los últimos días,
me pregunto si no te gustaría ser septiembre,
pero en seguida me digo a mí misma lo equivocada que estoy.
Quién sería septiembre pudiendo ser agosto.
Iremos a pasear solos,
como siempre,
porque estoy cansada de julio y esas aglomeraciones de gente que no conozco y que jamás
conoceré,
de junio y ese olor a pólvora.
Quiero estar sola,
sola contigo.
Solo te pido que no te marches pronto, agosto.
Que te quedes un poco más,
que le digas a septiembre que siga durmiendo,
que todavía no le esperamos.
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