y a la par las buscamos en baúles de los principios.
O bien para no repetir el salto al vacío o bien para repetirlo.
Hay historias,
que simplemente no terminan.
Que por mucho que nos empeñemos en cerrar.
Tapiar.
Enjaular.
La puta, jodida puerta.
La ventana e incluso la verja siempre permanecerá abierta.
Y si.
Porque siempre,
habrá alguien que encuentre la llave y la vuelva a abrir.
Todo.
Todos y cada uno de tus poros.
Erice.
Todas y cada una de tus células epiteliales.
Tortue
Todos y cada uno de tus pensamientos.
Y si.
También siempre,
siempre es ese mismo alguien.
Tú.
Tú eres ese.
Porque no creo en el destino.
Ni en la suerte, todo sea dicho.
Ni en las casualidad, ni causalidades.
Creo en la vida.
Y gracias a ti, creo en la magia.
En la magia del amor.
En la magia de sentir más allá de lo que jamás nadie a sentido.
En la magia de conocer a alguien que te entuerta todo y yo solo piense en ti.
Creo en la magia.
En la magia como camino, jamás como destino.
Creo en ti, y confió en ti.
Creo y recuerdo cada uno de tus accidentes corporales, como si de una valoración primaria y secundaria se tratara.
Creo más en ti que en mi.
Eso es cierto.
No confío en mi, no confío en absoluto en mi.
Y se que tú a veces tampoco lo haces, pero también se que a pesar de todo y de todos...
Aquí sigues, siempre adelante.
Aquí, ahI.
Conmigo.
Confidente.
Compañero.
Amante.
Amigo.
Mitad, mitad de mitades de corazón de hielo.
Fuego.
Celos.
Te doy más de mil razones para odiarme y tú tan solo te quedas con la primera:
Conocerme mejor que nadie, más y mejor que jamás nadie ha hecho y que jamás nadie hará.
Y yo por el contrario té quiero por eso.
Por amarme.
Con todo lo que ese significado implica.
No puedo odiarte a pesar de las veces que me justifico en hacerlo.
Quiero odiarte desde el mismo modo que te quise la primera vez que te vi.
¿Pero sabes que?
Me escaparía al fin del mundo contigo.
-Allá fine del mund-
Como te prometo cada dia que nos vemos.
Como te prometo cada vez que intento interceptar un beso de tu boca, y noto cómo cae una estrella fugaz en el cielo.
Como te prometo cada noche que nos empapamos en alcohol con los ojos vidriosos de amor, y de odio.
De odio por no saber quién quiere más.
O simplemente me quedaría contigo sentada, a tu lado, contándonos lo puta que nos parece la vida, lo mucho que nos lloran los ojos de lo mucho que nos odiamos.
Mutuamente.
Con amor.
Quiero seguir así.
Aquí.
Sentada viéndote crecer y triunfar como persona,
viéndote caer como humano,
viéndote amar como hombre.
Estar aquí, toda la vida.
Toda tu vida.
Cada cambio de siglo,
cada acierto.
cada tropiezo,
cada sonrisa.
Aunque a veces nos cueste lágrimas, llantos, odios, berrinches, enfados y discusiones
y eso haga incapie, en que nos cuesta aún más vernos.
No vernos.
No entendernos.
Y nos enfadamos con nosotros mismos,
y con el otro por frustrarnos al no saber que queremos.
Quien es el que quiere más o quien es el que quiere menos.
Y no.
Así no son las cosas.
Cada uno queremos a nuestra manera.
Tu a la tuya propia, y yo a la mía, menos impropia.
Y esa es la única forma que tenemos de amar.
De amarnos.
Te deseo.
Y quiero que este sea el motivo.
Uno de los doscientos mil billones que te doy para que sigamos juntos.
En esto.
Porque quiero ser yo tu motivo.
Tu deseo.
Tu motor de sueños.
Tus momentos.
Tus orígenes.
Y tus recuerdos.
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